Ni No Kuni: La Maldición de la Bruja Blanca, cuando el JRPG encontró a Ghibli

La evolución siempre ha acompañado a la historia del desarrollo de los videojuegos. Cada generación es distinta y, mientras que antes había gente que no precisaba más que un triángulo, puntos y formaciones irregulares para entretenerse, ahora mismo algunos precisan de escenarios detallados, espectacularidad técnica y, en cierto modo, diversión directa; si puede ser con amigos por Internet, mejor. A lo largo de los años han surgido distintos géneros, y cada uno, en mayor o menor medida, ha tenido su tiempo de máximo apogeo. El del RPG japonés fue el de las generaciones de los 16 y los 32 bits.

Posteriormente el subgénero comenzó a caer en el olvido y las sagas con más solera en occidente evolucionaron mientras perdían público. Algunas llegaron a caer en desgracia con productos que trataban de emular a títulos de acción, como fue el caso de Final Fantasy XIII. En concreto, durante el reinado de PS3, XBOX 360 y Wii se han lanzado algunos títulos del género, pero se encuentran lejos de la repercusión de obras pasadas, aunque tal vez Xenoblade pueda verse como una excepción. Los nuevos Tales of…, Star Ocean o los intentos de Mistwalker por resucitar el genio de Sakaguchi no pueden considerarse desastrosos, pero sí lejos de la genialidad con la que disfrutamos hace ya algún tiempo; incluso podemos ver cómo en alguno de ellos se ha comenzado a imponer un estilo de juego más propio de los MMORPG.

Y este es el contexto en el que ha aparecido Ni No Kuni: La Maldición de la Bruja Blanca, un título con un sabor absolutamente añejo. Como si para el juego el mundo se hubiera detenido en esa maravillosa época dorada para los aficionados al género; un género con multitud de taras, pero que aquellos que disfrutamos de él perdonamos para involucrarnos en sus historias de fantasía. Llega de la mano de un apartado técnico increíble, de esos que hacen que arqueemos una ceja, que lo miremos de arriba abajo y que, antes de que muestre algo más, nos fuerce a enamorarnos pese a sus imperfecciones.

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El protagonista NO comienza dormido

Para empezar, nos situaremos en un mundo «real», donde tomaremos el control de Oliver, un jovenzuelo que vive con su delicada madre en la idílica y pacífica ciudad de Motorville. Oliver, que ayuda a una tendera desinteresadamente y cuida con pasión de su progenitora, tiene una afición peligrosa: los coches. Junto a su amigo del alma, Philip, ha construido un bólido de carreras, y esa noche tiene planeada una escapadita para darle la vuelta de estreno a su flamante medio de transporte. Lo que Oliver no sabe es que esa noche es el inicio de la aventura de su vida.

Seguro que no se esperaban que fuera a hablar del argumento en estos términos, ¿verdad? Desde luego no es el punto de origen típico de un JRPG, con la presentación de personajes estándar y posterior destrucción de su hogar. Vale, si nos ponemos profundos y metafóricos podríamos sacar símiles, pero al menos no es un inicio al uso. Este será el único punto de originalidad del juego, puesto que al final, como muestran las imágenes, acabaremos en un mundo de fantasía con criaturas salidas de cuentos de hadas. Aún así contamos con una historia tierna, al nivel de la edad de nuestro protagonista, donde los detalles escabrosos se pasan por alto y las dificultades reales de nuestros personajes son muy blandas.

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Sistema de juego sin innovación

Como aficionado a los JRPG he podido disfrutar y sufrir múltiples sistemas de juego, en cuanto a movimiento entre localizaciones, sistemas de combate, forma de narrar la historia, desarrollo de personajes, captura o no de criaturas… Es complicado que un JRPG me sorprenda, y Ni No Kuni no sólo no lo hace, es que ni lo intenta. Level-5 toma de un lado y de otro las fórmulas de éxito y las conjuga para crear algo que no hemos visto con asiduidad en PS3: un buen juego de rol japonés, sin más.

En seguida notamos la mano de la empresa que se ha encargado de su desarrollo en los referentes en los que se basa Ni No Kuni para ofrecernos su experiencia a los mandos. No en vano encontraremos momentos que nos traerán a la memoria a Rogue Galaxy en cuanto a misiones y amplitud, White Knight Chronicles en cuanto a sistema de combate o Dragon Quest VIII con su sistema de coleccionismo de objetos y alquimia, que fueron desarrollados por… ¿adivinan quién? Exacto: Level-5. Junto a la amalgama de virtudes de sus obras pasadas, se añade un toque Pokémon en el que podemos capturar a los enemigos con los que nos encontremos, entrenarlos y evolucionarlos a formas más potentes y destructivas. A todo lo nombrado anteriormente, se añaden unos cuantos acertijos básicos para poder recorrer las mazmorras, se mezcla todo con estilo en una coctelera… y ya tenemos Ni No Kuni.

Una vez con las cartas sobre la mesa, sabiendo qué nos ofrece este juego, toca, evidentemente, comparar con sus claros referentes, y aunque ni las misiones son inferiores a las disfrutadas en Rogue Galaxy, ni el sistema de objetos y alquimia es menos interesante y profundo que en Dragon Quest VIII, no es capaz de dar un pasito más para evitar dejarnos esa sensación de déjà vu con respecto a estos juegos. Es más, si nos centramos en el sistema de combate, una mezcla de tiempo real y turnos, peca de simple y sencillo, de forma que, salvo contadas excepciones, el juego no planteará un gran reto al jugador. De hecho, el componente estratégico es nulo y en realidad el cambio de únimos (las criaturas que entrenamos para combatir) es meramente estético, ya que ni siquiera es necesario cambiar la «alineación titular» para completar la campaña principal si están al nivel adecuado. Pero pese a ello, Ni No Kuni tiene cierto carisma.

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El mundo nos permite dar rienda suelta a nuestra exploración y no nos encorseta en demasía, sobre todo porque además cuenta con misiones extra que nos permiten salir del hilo argumental para efectuar otras acciones, afortunadamente bastante variadas. Posiblemente echemos en falta esas pequeñas grandes gestas para el recuerdo durante los dos primeros tercios de la partida, pero en todo momento nos resultará simpático todo aquello que nos van contando y nuestro interés no decaerá, merced a un estupendo diseño de personajes que responden completamente a casi todos los clichés del género pero cuentan con un atractivo irremediable.

Para dar empaque a un conjunto bastante satisfactorio, Ni No Kuni cuenta con los diseños de un estudio Ghibli que rebosan atractivo visual en cada píxel o polígono y nos regalan un derroche de imaginación en el aspecto de cada criatura, una belleza espectacular en cada localización y unas escenas animadas en 2D creadas con el mimo que caracteriza al estudio japonés. Si añadimos la maravillosa banda sonora de un Joe Hisaishi que muestra de nuevo que tiene una fama bien merecida, sólo podemos dejarnos llevar ante la magia audiovisual que los chicos de Level-5 han utilizado para crear su juego.

La corrección como mérito

Ni No Kuni tarda mucho en demostrarnos su verdadero potencial, pero en cada momento previo cumple en todos los apartados que definen al género. Sólo con este bagaje ya es motivo para que destaque, junto a un par de títulos, sobre los actuales lanzamientos de juegos de rol de corte japonés, pero además cuenta con un apartado artístico obra y gracia de Ghibli, que le da el toque de distinción.

En Level-5 son unos artesanos del JRPG y, como tales, han creado un muy buen producto para los aficionados al género, en especial para los que busquen un acercamiento más clásico: contiene una recuperación de las características que se han ido perdiendo con la evolución de las consolas. Aquellos que comenzamos a disfrutar del JRPG en la época de los 16-32 bits obtendremos exactamente lo que requerimos.

  1. También tiene una versión de DS con gráficos en 2D que no salió de Japón.

    Como fan de los RPGs y de Ghibi me gustaría jugar a este juego, pero no tengo PS3…

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