Gran Hermano: el juego, comecocos encubierto

En los videojuegos, como en cualquier otra forma de entretenimiento, el oportunismo es común para conseguir grandes réditos económicos sin necesidad de realizar una inversión demasiado grande. El  mejor momento para lanzar un disco es cuando el artista muere; si un concurso tiene éxito enseguida se saca el juego de mesa; si una novela tiene éxito no pasará mucho tiempo para que tenga su propia película… y en el mundo de los videojuegos, sobre todo en la primera década de lo que llevamos de siglo XXI, cualquier éxito televisivo pasa de forma inmediata a tener su propio videojuego ad hoc.

De esta manera, hemos tenido videojuegos de ¿Quién quiere ser millonario?, Pasapalabra o Camera Café. Si bien, por regla general, este tipo de productos no suelen estar caracterizados por una gran calidad, hubo un lanzamiento que fue un paso más allá en el mundo de la sinvergonzonería oportunista y que muchos de vosotros decidisteis dejar aparcado en el olvido. Desde VideoShock os traemos al recuerdo Gran Hermano: El videojuego.

Sin duda, la llegada del programa presentado por Mercedes Milá en 2000 fue toda una revolución en nuestro país. Bastante alejado de la farándula que actualmente le acompaña, en su momento se vendió como un experimento sociológico y ese halo de intelectualidad hizo que hasta los más reticentes terminaran cayendo en sus redes, con unos resultados de audiencia sin precedentes. Esa revolución mediática se terminó transformando en todo tipo de mercadotecnia y el videojuego no dejo de ser un caso más a añadir. El caso es que Gran Hermano: El videojuego, con un precio que no superaba las 3.000 pesetas, se vendió como rosquillas, pero la decepción fue tal que cuesta mucho trabajo encontrar hoy en día referencias al mismo. De hecho, tuve que refrescar mis recuerdos con la ayuda del blog de The Punisher, que hizo un análisis hace años.

Gran Hermano El juego screenshot 03No obstante, el origen del título no estaba en España: su lanzamiento original proviene de Alemania, donde el programa de televisión se había emitido unos meses antes que aquí, y la división alemana de Infogrames se encargó de distribuirlo. De hecho, el videojuego se lanzó en diversos países con la localización correspondiente para cada uno de ellos. Lo primero que llama la atención es su desarrolladora, Lost Boys Games, que de primeras no os dirá nada pero acabó fusionándose con otras dos para formar Guerrilla, autora de juegos de la talla de Killzone. Visto así, parece mentira que esa compañía llegara a realizar bazofias como la que hoy nos ocupa.

Pero voy añadir verdaderos argumentos a este linchamiento al que estoy sometiendo al título. Hay que admitir que juegos licenciados los hay de todas las calidades, desde los que nos sorprenden gratamente hasta los que hacen que maldigamos nuestra afición a los videojuegos, pero lo mínimo que se pide es que su mecánica tenga algo que ver con la propia marca o franquicia en la que está inspirado. De esta manera, podíamos suponer cuando Gran Hermano: El videojuego salió a la venta que estaríamos ante un simulador social o un juego de estrategia. Pues no. Para sorpresa de todos los compradores se trataba de un simple clon de Pac-Man.

Gran Hermano El juego screenshot 04Efectivamente, el juego consiste en un simple comecocos en el que los personajes son caricaturas de los concursantes, adaptadas al país correspondiente. En vez de los puntos del clásico de Namco tenemos comida y podemos acabar con otros concursantes de la casa si nos comemos un huevo. Además, podemos ir recogiendo cintas de vídeo que luego nos permiten ver extractos del programa, de nuevo adaptados a cada país. Y se acabó, ese es todo el juego y precisamente en dichos vídeos es donde residió buena parte del engaño: las capturas que aparecían en la caja simplemente mostraban fragmentos de estos vídeos, lo que evitaba tener algún atisbo de información al respecto de la mecánica del juego y dejaba a los compradores con la boca abierta cuando lo instalaban.

Para ser precisos, como clon de Pac-Man no es que llegara a estar del todo mal: se dejaba jugar, tenía muchos niveles y los gráficos eran simpáticos. Pero no valía 3.000 pesetas y estábamos en 2000, como mucho habría debido ser un juego flash para que los universitarios perdieran el tiempo en las prácticas de clase.

Por lo menos, en nuestro país se aprendió la lección, porque en Alemania aún sacaron una segunda entrega, con mayor relación con el programa, aunque igualmente deleznable. Para las versiones españolas el tema quedó ya limitado a juegos para móviles o flash para cada edición, más acordes tanto en precio como en mecánica a lo que exigían los aficionados al programa.

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