El papel de la prensa del videojuego debería ser no ya informar con objetividad —un imposible, por aquello de que el ser humano tiene pensamiento propio—, sino con honestidad —es decir, publicando lo que piensa, no lo que le dictan—. De igual forma que publicar tal cual los comunicados que emiten las compañías es actuar como el pregonero que grita los edictos reales, dejarse comprar por copias gratuitas de juegos es la actitud infantil del niño candoroso que acepta piruletas del pederasta enfundado en gabardina. Y que nadie se engañe, lo que las compañías suelen hacerle a la prensa en esas ocasiones no es tan distinto de lo que el pedófilo le haría al niño… No hablemos ya del que confunde sus artículos con formas de publicidad.
En un mundillo en el que la deshonestidad manifiesta es moneda de cambio bien conocida, retirar noticias que surgen por la ineptitud de las propias compañías porque el relaciones públicas de turno lo pide amigablemente es otra forma de bailar al son que nos marcan. Escudarse en una disculpa esgrimiendo la razón de no perjudicar a nadie, ponerse la máscara de la falsa elegancia, no es deshonesto, es una sutil forma de manipulación. Elegancia sería sospechar las repercusiones negativas de una noticia y no publicarla desde un principio, nunca hacer luz de gas. Lo contrario es ponerse en evidencia, sobre todo teniendo en cuenta que aunque el medio web puede modificarse como no puede el impreso, lo que se publica no es realmente tan fácil de eliminar; y siempre habrá otros que no que claudiquen tan fácilmente.
Las compañías no son amigas de la prensa. Es posible que la gente que trabaje en ellas pueda serlo en el ámbito personal, pero cuando se trata de trabajo harán por necesidad el papel de vampiros de Düsseldorf. Siempre que un medio se baja los pantalones está mandandole a las compañías el mensaje de que la prensa del videojuego no es prensa —un mensaje que se repite con poderosa elocuencia a poco escarbar—, y las compañías seguirán actuando como si estuvieran por encima de la libertad de prensa. Pero no hay que olvidar algo: nosotros no le debemos nada a las compañías; ellas a nosotros…