Los recreativos: lugares olvidados de tiempos más civilizados

Por Author Ramón Nafria Nagore el 12 de marzo de 2014.

Cuando yo era muy chaval y los videojuegos aún no habían invadido mi casa ni mi vida, mi padre me advertía de los peligros de los recreativos. Lugares oscuros y terribles donde la gente se dejaba el dinero mientras otros les intentaban robar, otros se drogaban o, en ocasiones, ocurría todo a la vez. Y tengo que decir que una vez me metí sin querer en uno de ellos en un pequeño pueblo de Alicante (durante la época de Pacman, Missile Command y otros clásicos) y os aseguro que su definición no difería en exceso con la realidad.

Hay que decir que mi padre estaba influenciado por la situación familiar. Recuerdo que cuando tenía siete años o menos, mi abuela se dejaba la pensión en tragaperras —máquinas de gambling, que dicen ahora—. Los dos negocios estaban muy relacionados, así que es normal que mi padre les tuviera manía.

Cuando ya me metí de lleno en el mundo del videojuego, lo hice con un ansia de conocimiento como no os podéis ni imaginar. De repente, servidor, que tenía otro tipo de aficiones, sentía la absoluta necesidad de ponerse al día sobre un tema sobre el que parecía que todo el mundo conocía pero del que yo no tenía ni idea. ¿Quiénes eran SEGA y Nintendo?, ¿qué eran esos juegos de ordenador?, ¿de qué iban esos juegos de los que solo veía un par de imágenes en una tienda?… ¿qué eran esos videojuegos ultra potentes que valían 25 pesetas cada partida (menos de 20 céntimos de euro) en esos recreativos?

Así que desde los once hasta los veinte años me puse las botas. No había recreativo en Valencia que no pisase, máquina que no probase, bar en el que no mirase si había máquinas recreativas. Como nunca he sido demasiado pudiente, diseñé un montón de estrategias destinadas a rentabilizar al máximo mis pocas monedas. Destacaré dos: ahorrar todo el dinero posible para el día del patrón de mi colegio, día que me pegaba un palizón a recorrerme recreativos con varios amigos desde las ocho de la mañana hasta las seis de la tarde —sí, ya había recreativos abiertos a las ocho de la mañana—; y, la segunda estrategia, ver todas las partidas posibles del camino del cole a casa.

Ese recorrido, que si andabas a buen paso son menos de quince minutos, me permitía pasar por entre tres y cinco recreativos distintos, y este es el motivo preciso por el que escribo esto. Porque de todas las cosas que echo de menos con la desaparición de los recreativos, la mayor es esa. El poder andar por la calle, desviarme tres minutos del camino más corto y entrar en un salón arcade, de un vistazo poder detectar si hay alguna novedad y, si es así, echarle un ojo un rato. Esa es de esas sensaciones que más echo en falta.

Además, los recreativos servían (y sirven en Japón) como puntos de encuentro, como lugares en los que poder echar una tarde, con los que ir con los amigos y estrechar lazos mientras juegas a cualquiera de sus títulos. La última vez que fui a uno de ellos fue en la capital nipona, con amigos de la industria, donde estuve diez días con motivo del Tokyo Game Show, y fue una maravilla el poder estar allí descubriendo, incluso a estas alturas, juegos, sensaciones, y estableciendo lazos como solo una partida a dobles a un matamarcianos o a un yo contra el barrio puede crear.

En España, y prácticamente el resto de occidente, los recreativos son un ente extraño. En Nueva York fui a una cosa llamada “Barcade” que si bien pasa por un señor recreativo, realmente es un bar bastante de moda donde tomar cervezas, y que de paso puedes jugar a clásicos recreativos desde principios hasta finales de los ochenta. Sin embargo, más allá de ese ejercicio retro, los recreativos en nuestras tierras son espacios realmente escasos.

Con la oferta bestial que tenemos en nuestros bolsillos todos los días es normal que no haya recreativos. Solo con Google Play y App Store ya hay más juegos en la pantalla de «nuevo de esta semana» que los que podríamos disfrutar en un recreativo a lo largo de todo un mes. Pero más allá de la calidad de unos y otros títulos, los recreativos y sus máquinas arcade aportan una inmediatez que no se puede comparar con lo que nos encontramos en las tiendas de descarga digital. Nada de instalar, nada de tutoriales: era mirar, sentirse atraído, cinco duros y listo.

Como sector, deberíamos, de alguna manera, recuperar los recreativos. No tienen por qué ser centros como los que conocíamos, pero sí lugares que sean como templos del videojuego, que representen lo más granado de cada lugar. Espacios que representen las creaciones de una ciudad, que hagan que sus habitantes se puedan desviar tres minutos para ver cuáles son las novedades que les tienen que ofrecer. Toda ciudad con una industria decente debería tener uno de estos centros, más adaptados a ser lugares de visita que a centros donde conseguir dinero gracias a las partidas.

En fin, mientras tanto y a pesar de que me intentasen atracar un par de veces, yo seguiré pensando que los arcades, los recreativos, los salones de maquinitas eran lugares de tiempos más civilizados. Por suerte, todos sabemos que las modas siempre vuelven.

Sobre Ramón Nafria Nagore...

Superviviente a la Asociación de Desarrolladores de Ocio Interactivo Digital (DOID), Ingeniero titulado en Informática, actualmente dedica su tiempo profesional a la producción de videojuegos. Su experiencia en la industria del videojuego le ha llevado a escribir en revistas (como Ociojoven y Vandal), ejercer de tester en Gameloft o a ocuparse de tareas de diseño y producción en Digital Legends. Actualmente es uno de los fundadores de A Crowd of Monsters.

9 Comentarios

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  1. Jaja me encanta la foto de “los recreativos” de la cabeza de artículo XD

    Yo tb. tengo muy buenos recuerdos : ) tanto de los recreativos como de las máquinas en los bares Ç_Ç que morriña… ^__^

  2. Me temo que en un mundo virtual en que “todo es gratis” esto no tiene lugar,durante un tiempo vendia maquinas arcade y a todo el mundo gustaban pero nadie soltaba un chavo para comprarlas,tambien las he visto mucho en algunas salas que aun sobreviven y no juegan mas que algun perdido nostalgico como yo;al final en el mundo de los adultos las cosas las deseas tanto como estas dispuesto a pagar por ellas,y mi conclusion es que los antiguos niños añoran esa epoca pero no sueltan un duro,eso que antes y ahora necesita la gente que se dedica a esto para pagar sus facturas.

  3. Hola! soy de Argentina… y lamentablemente aqui pasa lo mismo, los arcades no existen mas… es una pena! ahora todo es “virtual”, los chicos juegan y hablan entre si, pero a distancia… a los 7 años conoci la primer arcade, y marco mi vida, aquí eran prohibido para menores, el de 18 años, me dejaban entrar cuando no había nadie… la magia de los arcades… el punto de encuentro de amigos… la admiración por el que hacia mas puntos al pac man…. que hermosos recuerdos, que hermosa época…los 80….

  4. Nostalgia: una putilla mentirosa. Sí, nos encantaban los recreativos, pero porque los microordenadores y las primeras consolas no eran capaces de igualar la potencia, el colorido, el sonido y la jugabilidad de estos. En cuanto llegaron máquinas como Playstation o N64, nos volvimos prácticos, al menos aquí en España. Y fue la gran venganza de la generación arcade (o generación Spectrum 48k, que también): volcarnos en nuestras por fin poderosas consolas u ordenadores, y mandar a tomar por culo los recreativos; sitios malolientes, lúgubres, cutres y sucios en su mayoría.

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