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Las magias en Assassin’s Creed

Aunque en más de una ocasión, desde esta misma sección semanal, he defendido y celebrado las bondades de juegos modestos que apuestan todo a la elegancia y austeridad de su diseño, eso no quiere decir que, por ser una fórmula mucho más utilizada, le haga ascos a mamotretos locos, inflados con mil mecánicas distintas y donde se nota que, en algún lugar del viaje, el que llevaba el timón perdió la brújula y decidió tirar hacia delante siguiendo las eternas palabras del Dr. Frasier Crane: «Si menos es más, imagina cuanto más será más«. Por eso no solo me muero de ganas de probar juegos como Dear Esther, Fez o Gunpoint, sino que también salivo cuando veo el disparatado tráiler de un Resident Evil 6 que promete ser el juego de terror descerebrado definitivo.

Ahora no les extrañará si les digo que una de mis franquicias favoritas de los últimos años es Assassin’s Creed, la joya de la corona de una UbiSoft que no ha parado de cebar a su criatura con todo lo que se les ha pasado por la cabeza: secciones plataformeras, mini juegos de gestión, combates cuerpo a cuerpo, armas de fuego, tower defense, niveles aéreos, torretas fijas,… Como es de esperar, muchos de estos añadidos son una auténtica chufa que si se soportan es solo porque contiene otras muchas características fantásticas.

Una de mis mecánicas preferidas, añadida a partir de Assassin’s Creed: Brotherhood, es la posibilidad reclutar tu propio escuadrón de asesinos, foguearlos en misiones por toda Europa y reclamar su ayuda cuando nos encontramos en situaciones peliagudas rodeados de enemigos. Una alternativa que a los más curtidos del lugar no les será ajena, pues, en realidad, supone una actualización del viejo sistema de magias que popularizaron arcades de los ochenta como Golden Axe, Streets of Rage o Shinobi. Pulsa una vez el botón y cuatro ninjas renacentistas pelearan a tu lado, mantenlo durante unos segundos y una tormenta de flechas caerá sobre los malos dejando el camino libre. Rápido, fácil de ejecutar, útil y agradable a la vista, justo como debe funcionar un ataque devastador para momentos desesperados.

Pero siguiendo la tónica una-de-cal-y-otra-de-arena que caracteriza a la saga, otras aproximaciones al uso de magias en el juego no son tan felices. En los últimos compases del modo historia conseguimos hacernos con la Manzana del Edén, un artefacto ingeniado por una civilización olvidada y que confiere al que la porte la habilidad de dominar voluntades a su antojo, lo que a efectos prácticos se traduce en: mantén el botón pulsado para soltar una descarga de energía que hará que todos los enemigos peleen entre sí. En teoría debería hacerte invencible pero está tan mal implementada que su utilización es incómoda y mucho menos efectiva que cualquier otro objeto de tu armamento, lo que la convierte en uno de estos gimmicks inútiles de los que el otro día Ben «Yahtzee» Croshaw se quejaba en su columna para The Escapist.

Pero esto es lo que ocurre con las franquicias anuales o en las que completan su título poniendo un 6 al final: por un lado, la espiral de locura en la que suelen entrar es algo por lo que siempre sentiré debilidad; por otro, es habitual que un diseño torpón o alguna idea poco inspirada sean el precio a pagar.

¿Y qué le podemos hacer? Pues poco. Habrá que quererlos así.

 

  1. La verdad es que no había visto ese paralelismo de los asesinos invocados con las magias/especiales de los juegos de los 80-90, tiene su gracia. Y lo de la manzana del edén, era un caos hecho habilidad. Uno de esos puntos negros que tiene la saga, y que les cuesta pulir o eliminar a los chicos de Ubi.

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