Persona 4 Dancing All Night: Inaba se va de fiesta

Ya escribí hace un año respecto a las sensaciones que tuve cuando abandoné Inaba tras terminar un de los juegos de rol japonés que más me ha gustado en los últimos años. Acabar Persona 4 es como el fin de esas vacaciones de verano maravillosas, donde has conocido a gente estupenda y que, en el momento de partir, sabes que por mucho que lo intentes, nunca podrás revivir con la misma intensidad. Sí, suena a moñada, pero creo que es la mejor forma de resumir sin extenderme qué consiguió Atlus con este juego, al diseñar unas relaciones entre personajes tan equilibradas, con personalidades tan marcadas y sin que la tendencia a la exageración japonesa moleste de cara a la evolución necesaria de los Social Links necesarios para tener éxito en la aventura.

La compañía japonesa no es ajena a lo conseguido, y tal es el grado de cariño que los jugadores de Persona 4 tenemos a sus personajes que, en una maniobra que ya hemos visto en otros títulos como Final Fantasy VII, ha ido expandiendo la marca de diferentes formas. Sólo en el ocio electrónico, que es al fin y al cabo lo que nos interesa, la explotación de Yu, Yousuke, Chie y compañía ha dado pie a dos excelentes juegos de lucha, un dungeon crawler en el que se unen con los personajes no menos entrañables de Persona 3, y en última instancia el juego que hará la vez de despedida de Persona 4, este juego de baile que es Persona 4: Dancing All Night.

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No voy a negarlo, mi primera reacción cuando vi al protagonista bailar con la compañera idol en el anuncio de este juego fue enarcar una ceja y decir “¿Pero qué mierda es ésta?”. Sin embargo, a Atlus le das un Tetris y te saca una trama de 10 horas de secuestros en mundos paralelos donde la destrucción de la linealidad libera los corazones de las víctimas, así que… ¿Cómo no iba a hacerlo con Persona 4: Dancing All Night?

De esta forma viviremos la odisea de Yu, Rise y el resto de la panda ante unos secuestros que ocurren escasos días antes del festival que servirá de reaparición de la idol japonesa, tras todo lo acontecido en los títulos de Persona 4: Golden y los dos Persona 4 Arena. El mundo de la TV les persigue por todas partes, y en medio de una producción televisiva no iba a ser menos, sobre todo con leyendas de una artista suicida pululando por ahí. El punto novedoso es que en el mundo al que van a parar las víctimas de los secuestros hay una norma básica: nadie sale herido, así que para vencer y superar los diferentes retos a los que se enfrentarán sólo pueden mostrar sus sentimientos… BAILANDO.

Y así se da entrada a un modo historia que nos tendrá embelesados a todos los que ya conocíamos a nuestros amigos de Inaba y que provocará un rechazo absoluto de todos los que no los conozcan. El ritmo de juego es extremadamente lento, hay mucho texto entre baile y baile, y por ello, si el jugador es ajeno a todos los sucesos previos, a los que se hace referencia sin destripar nada de la trama, sólo deseará que finalice ese maratón de letras para ponerse a los mandos de la siguiente canción… si es que el sistema de baile es de su gusto. De todas formas, para ellos hay un modo de baile libre en el que pueden bailar todas las canciones del juego (excepto una que se desbloquea al final de modo historia) en tres niveles distintos de dificultad.

El sistema de baile es muy sencillo. En nuestra pantalla estarán dispuestos los botones en forma de paréntesis que debemos tocar al ritmo en que las estrellas se dirigen a ellos, y en medio aparecen los personajes bailando. Éste último punto apenas se aprecia porque en cuanto se inicia la canción sólo hay ojos para las distintas notas que se mueven a velocidad variable de un lado a otro de la pantalla, y el juego se aprovecha de ello, puesto que los fallos no afectan a la coreografía, y el jugador estará demasiado concentrado en otras cosas como para darse cuenta. Además, en algunos escenarios hay una elección de colores cuanto menos discutible, que no permite ver las notas hasta que es demasiado tarde. También hay unos potenciadores de baile (modo fiebre) que sí son variables según la calidad del ritmo en la partida, y añaden personajes a la pantalla que bailan con el bailarín “titular”. Estas colaboraciones, que pueden aparecer hasta dos veces por canción, son siempre iguales, y difícilmente harán que el jugador quiera ver la repetición de la canción para ver la coreografía.

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Como véis, como juego de baile es bastante mediocre tirando a flojo, pero claro, qué es de un juego de baile sin su banda sonora, y Persona 4 tiene una banda sonora memorable de la mano de Shoji Meguro, una gran base para empezar a construir un apartado musical memorable. Y sí, la banda sonora de Persona 4: Dancing All Night es memorable. Ya sea con algunos temas originales o con las remezclas para la ocasión, el ritmo se apodera de nosotros y acabaremos teniendo las melodías en la cabeza en todo momento. A mi parecer es el juego con mejor banda sonora de 2015, y a mucha diferencia del resto, con temas como Snowflakes, Best Friends, Your Affection o la excelsa remezcla de Time to Make History de Akira Yamaoka. Tal vez no es un juego con una cantidad extrema de canciones que bailar, pero todas las que están rayan a gran nivel.

Sin embargo el excelente apartado musical no esconde que es un juego para los fans de Persona 4. No creo que le hubiera dedicado el mismo tiempo si no hubiera podido bailar la canción de Junes con Nanako, o sin tener esas conversaciones de colegueo entre los componentes del equipo de investigación. Atlus sabe cómo tocar la fibra a todos aquellos que conocemos y empatizamos con sus personajes y lo hace. No es un juego aburrido, tampoco está mal hecho, pero si buscamos un juego musical hay mejores opciones, sin embargo, si además de querer un juego musical conocemos el universo de Persona 4, Dancing All Night es una compra obligatoria.