The Evil Within, por poco

Nunca he sido muy admirador de Shinji Mikami. Cuando se le nombra como padre del género Survival Horror tiendo a apresurarme en dejar claro que ya había representantes del género bastante anteriores a su Resident Evil, y cuando se dijo que con Tango Gameworks iba a volver a poner el género en el candelero no puede evitar recordar el giro a la acción que le dio a su saga más representativa con Resident Evil 4, así que, sinceramente, en ningún momento he creído en este juego. Siendo bizarro, creo que mis mis expectativas iban entre el escepticismo leve y la falta total de confianza.

Sin embargo, la experiencia que tuve con Darksiders hizo que me replanteara varias veces mis expectativas a la hora de ponerme a los mandos, y decidí darle un voto de confianza al japonés ex de Capcom. La verdad es que quería un juego de terror moderno que disfrutar como los de antaño, uno que no me dejara con la sensación de coitus interruptus con la que me he quedado tras jugar a los exponentes del género, y si bien The Evil Within ha superado con creces mis prejuicios, de nuevo me vuelve a dejar a medias. Pero esta vez no ha sido por falta de ambición a la hora de crearlo, más bien al contrario. Y es que tal vez, cuando se va a intentar hacer pasar miedo a alguien, la complejidad no es tu mejor aliada.

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Sebastián Castellanos, estás roto

Todo empieza con una investigación de un asesinato múltiple por parte de nuestro personaje, Sebastián Castellanos, y sus compañeros. Esta es la única parte de la trama que sigue por cauces lógicos, porque a partir de ese preciso momento, los delirios y el surrealismo tomarán el control del devenir de una campaña donde Sebastián deberá hacer gala de toda su bizarría para mantenerse cuerdo ante la cantidad de sinsentidos que va a contemplar.

La trama trata de abarcar demasiado, en ocasiones con la clara intención de alargar el juego con momentos de relleno que acaban aportando absolutamente nada. Al final lo único que consigue es que el jugador pueda sentirse confuso durante el desarrollo de la campaña -gracias a la vaguedad de explicaciones- o que desconecte de su avatar, al cual se le ha creado un trasfondo que podría haber sido explotado y del cual sólo se dan ligeras pinceladas sin que en ningún momento demuestre tener incidencia sobre la personalidad de Sebastián. Este punto, además, es especialmente sangrante, puesto que podría haber sido el punto de partida ideal para el delirio del que formamos parte, pero aparece como un parche inconcluso durante la trama. Pero no sólo afecta a Sebastián este error, hay otro personaje del cual se dan ligeros esbozos, pero cuya motivación y, presumiblemente, toda su incidencia en la trama ha sido arrancada del juego para ser vendida como dos contenidos descargables en esta horrenda moda que se ha instaurado en la ya pasada generación de consolas y que promete seguir ad infinitum.

Por lo demás, viviremos una odisea en la que la cordura de Sebastián y los personajes que nos iremos encontrando será puesta a prueba continuamente, llena de autohomenajes a obras previas del director del proyecto, y referencias generales a otros juegos o películas. Incluso la resolución deja la puerta abierta a secuelas que a buen seguro llegarán si las ventas responden, además de los ya comentados contenidos descargables que parecen haber sido arrancados de la trama para hacer caja.

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A veces funciona, a veces no

Donde The Evil Within puede ofrecernos esa esencia perdida, y que prometía devolvernos es en sus mecánicas de juego, y deja un mal sabor de boca. No porque sea fallido, justo al contrario. The Evil Within tiene momentos jugables excelentes, demuestra que puede ser ese survival que los aficionados al terror estábamos esperando. Aquellos momentos en que Tango Gameworks suelta la correa y nos permite avanzar a nuestro ritmo y como queramos, ya sea optando por la acción directa o por el sigilo funcionan, sobre todo cuando debemos encontrar mecanismos para abrir puertas o piezas faltantes para un enigma sencillo pero que nos obliga a tomarnos el avance con calma. Por desgracia tras ello no faltarán momentos de acción de defensa de una zona ante hordas de enemigos, lastrados por un control bastante deficiente del personaje y la extraña decisión de limitar de forma incoherente el equipamiento que podemos cargar. Sebastián puede moverse de forma bastante ágil con una escopeta, un rifle de caza, una ballesta, dos revólveres, tres granadas de la segunda guerra mundial y varios objetos curativos, aunque curiosamente unas balas de más no quepan en el bolsillo. Pero dejemos el realismo al margen, existe otro error en el que el juego cae continuamente y es la repetición en el diseño de ciertos capítulos.

En más de una ocasión nos encontraremos haciendo exactamente lo mismo en distintos escenarios hasta cuatro veces seguidas. Imaginaos combatir de forma continua varios asaltos de enemigos, o cruzar una zona acuática cuatro veces seguidas con un enemigo que te envía a la pantalla de Game Over si te da alcance, tramos donde la repetición conduce al tedio y hace olvidar las virtudes que ha mostrado la aventura hasta ese momento. The Evil Within nos da y nos quita el caramelo de forma continua, intentando abarcar más de lo que hace realmente bien, y errando en el intento. Quién sabe si estas decisiones de diseño han sido simplemente por alargar el tiempo para completar el juego -unas nada desdeñables 15 horas-, pero hay momentos completamente fallidos.

 

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Zapatero a tus zapatos

Sigo sin ser un admirador de Mikami, entre otras cosas porque la saga Resident Evil nunca ha sido de mis favoritas, pero en esta ocasión, una vez más, ha conseguido acallar la voz de mis prejuicios con un juego que funciona realmente bien en ciertos tramos, casi rozando la genialidad, pero mostrando errores que hacen aún más doloroso lo que pudo haber sido y no fue.

 

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